La Paz, AMN/SMC.- Llegó al Museo Costumbrista Juan de Vargas el 18 de diciembre de 2019. Estaba descalzo y arropado por retazos de lana de oveja que aún cuidan su cuerpo de siete centímetros, es rubio y tiene los iris celestes, pero los más de 300 elementos que lo acompañan denotan su gusto ch’ukuta. La familia Menacho Mesa lo adquirió en 1940 y desde entonces mantiene su rostro pálido y triste que no enseña fisuras.

Es el nuevo tesoro del repositorio municipal, un Ekeko que satiriza a los antiguos patrones europeos. A pesar de su tamaño, su pelo dorado y ojos celestes son lo primero que impresiona cuando se lo ve. Su tez blanca también lo diferencia del resto de diosecillos que reposan en el museo ubicado al frente de la plaza Riosinho.

Estos rasgos, para el artista y antropólogo Édgar Arandia, simbolizan una “sátira que ridiculiza a los patrones de la época”, algo muy tradicional en la primera mitad del siglo XX. De hecho, “las caretas de los ch’utas cumplen una función similar”.

David Mendoza, investigador de la Unidad de Patrimonio Cultural de la Alcaldía de La Paz, detalló que durante muchos años se usó el tono amarillo para representar la riqueza del personaje de Alasita. De hecho, Mendoza tiene referencia de ekekos con dientes de oro que tenían el propósito de “representar no sólo bienes agrícolas, sino también económicos”.

Al parecer, la figura no disfruta enseñar su pelo rubio y acostumbra a ocultarlo con un chullu de lana blanco, que fue adquiriendo un tono amarillento y grisáceo por el paso de los años. Eventualmente, si la situación lo amerita, el personaje utiliza un sombrero borsalino pardo, que combina con sus bigotillos negros, para mostrarse más elegante.

A diferencia de sus compañeros, que tienen marcada una sonrisa de oreja a oreja, él es un poco más recatado. Siempre está con el ceño fruncido y con una mirada apenada que hace imaginar la vida complicada y llena de dificultades que tuvo el diosecillo.

Sobre estas particulares características, Mónica Sejas, responsable del repositorio, explicó que no sólo se trata “de una representación de Sebastián Segurola —gobernador y comandante de armas de La Paz durante el cerco a esta ciudad, en 1781— sino también de las personas criollas de la época”.

El Ekeko de 1940 parece tener una vestimenta preferida — la que usa diariamente— que consta de una camisa blanca con franjas rojas, cafés y moradas, que combina con un pantalón de lana azul casi imperceptible. Además, siempre lleva un poncho rojo que cubre todo su cuerpo.

Pegado a su manto están una zampoña, una carterita blanca y una colorida parejita aymara en miniatura que lo acompañan en sus aventuras imaginarias. Sin embargo, tiene un sinfín de indumentarias para elegir: camisitas, pañuelos, pantalones y sombreros de todos los tamaños y colores.

“Mis abuelos Nemesio Menacho y María Mesa de Menacho lo adquirieron en 1940, seguramente en una feria de Alasita. Desde entonces, hasta los años 2000, cada 24 de enero le comprábamos más cositas para su colección”, contó María Cristina del Carmen Alarcón Menacho, la última propietaria de la pieza.

“Es un patrimonio familiar porque siempre estuvo en una esquinita de nuestra casa, en Miraflores. Como ahora hay niños, es más difícil preservarlo y por eso decidimos donarlo al museo”, añadió.

Varios de los objetos que le agregaron en más de 50 años dejaron de producirse. Son tan diversos los más de 300 elementos que, por cuestiones de espacio y peso, sólo puede cargar algunos. Todos los días, debe elegir qué colgarse y esa no es una tarea sencilla.

Para empezar, debe escoger entre cinco vehículos que tiene muy bien conservados. Uno de ellos es el tradicional “Micro 2” que empezaba a transitar las calles paceñas por los años 30 y 40. Otro, un antiguo cochecito a cuerda que de vez en cuando decide arrancar. Una camioneta Ford de color rojo también es parte de su nutrida colección.

Todos los cochecitos llevan billetitos en su interior. Éstos tienen una antigüedad tal que llevan inscritos “Alacita” y valen más de “un millón de pesos bolivianos”. Miles de dólares con la imagen de la Virgen de Copacabana en el centro también están en los vehículos.

Seleccionar los alimentos que va a cargar es otro dilema para el Ekeko. Él ostenta tres canastas de comida que tienen desde fideos “La Iberia” (sellados en cajas de madera), pasando por quintalitos de “Harina de Gallo”, hasta latitas importadas de manteca “Cerdo”. No sólo eso, cuenta con todos los condimentos, abarrotes y utensilios necesarios para elaborar el plato de comida de su elección, un té de sultana, o un cafecito “Royal” acompañado de su coca.

Lo que es infaltable para él, es su papel higiénico “Sunny” y su frasquito de corticotropina inyectable —hormona que estimula las glándulas suprarrenales— que alivia sus males. Es que hasta los dioses sufren problemas de salud. Eso sí, siempre lleva sus cajetillas de cigarrillos “Colorado”, sus serpentinas, y mixtura para asistir de invitado a cualquier festejo. Los caramelos “Superel” también son su debilidad.

El Ekeko todavía no tiene una residencia y, fiel a su esencia, es un sueño que aún debe cumplir. Por eso siempre lleva consigo ladrillos, cemento, carretillas, palas y picotas para que pronto presuma su casita. Instrumentos musicales y de limpieza, monedas romanas de la suerte y hasta su propia mascota con forma de ave (hecha de lana), también están con él.

La pieza es parte del Museo Costumbrista y desde el martes 11 podrá ser apreciada por el público. Como si se tratara de una película o de un libro, lo recomendable es observarlo más de una ocasión porque la pieza de 1940 enseña detalles que no se descubren sino hasta la tercera o cuarta vez que se lo visita.

120 Ekekos posee el Museo Costumbrista

Junto al ejemplar de 1940, el martes 11 de febrero se sumaron otros cuatro diosecillos a la colección que posee el Museo Costumbrista Juan de Vargas. En total, el espacio municipal contará con 120 figuras de Alasita convirtiéndolo en el repositorio con la mayor cantidad de ekekos del país. 

Las recientes cuatro figuras fueron donadas por Alejandro Paz y tienen desde 18 hasta 40 centímetros de alto. Si bien no poseen una antigüedad tan importante como el de 1940, los detalles de sus rostros y de sus elementos de carga los convierte en piezas dignas de admiración.

Desde ayer, una pieza más se sumó a la colección tras la elección del Gran Premio Ekeko 2020, máxima distinción del Concurso Municipal de Miniaturas de Alasita.

El Museo Costumbrista es el hogar de ekekos de todos los tamaños, desde uno que está elaborado en la punta de un alfiler —donado por el tarijeño Julio Martínez O’connor D’arlach en 2004— y que sólo pueden ser visto mediante un microscopio, hasta otro que mide 69 centímetros. 

La galería está ubicada en la esquina entre la avenida Armentia y la calle Jaén. Los horarios de visita son de 09.00 a 12.30 y de 15.00 a 19.00 (de martes a viernes) y de 09.00 a 13.00 (sábados y domingos).

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