La Alasita: una extensión del amor por el fútbol.

La Paz/AMN.- Todo fanático del fútbol encuentra en la tradicional Feria de la Alasita una prolongación de la pasión por sus colores. Y es que con la llegada del diocesillo de la abundancia cada mes de enero, también llega un tiempo de diversión y regocijo futbolero, donde se incorpora la comida y la venta de miniaturas como elementos complementarios.

En esa línea, una marca registrada de esta feria es la reconocida lota del Tigre. La caseta de forma cuadricular es una viva expresión de lo que es The Strongest. Los colores amarillo y negro se divisan por todo el contorno de esta estructura que, además, muestra orgullosa una serie de banderines con el escudo gualdinegro y un Tigre rugiendo.

Impresiona ver la cantidad de productos de regalo que se agolpan en el medio de la caseta y la voz tradicional que canta los números con un estilo particular. “Veinte, vente a mis brazos negra” o “par de patitos”, para referirse al número 22, son algunas de las frases que se escuchan cuando se “cantan” los números de la lota en medio de tímidas carcajadas por las ocurrencias.

Metros más allá se repite la escena, es como otro mini templo del juego, pero esta vez con los colores de Bolívar, el celeste y blanco. De menor dimensiones y tal vez menos fama, la lota del cuadro académico también hace lo suyo con los aficionados celestes que, asistidos por ayudantes, colocan las piezas de maíz en cada número que es “cantado” por el director del juego al sacar las fichas de un bolillo.

Entre los premios no faltan los souvenirs con los colores de cada club. Frazadas, toallas, relojes, vasos y hasta alcancías lucen sus galas tentadoras para impresionar a los hinchas.

Si señores, el clásico se juega también en la Alasita, con el tradicional sector de las canchitas donde académicos y aurinegros, representados por figuras inertes, libran duras batallas, no solo por el honor, sino por las apuestas que se tejen en medio de la muchedumbre ávida de diversión.

Al grito de “bolaaaaaaaassss”, el “canchero” habilita el acceso a las pelotitas para jugar. Son cinco bolas que se constituyen en el estandarte de una partida que puede tener varias definiciones. Una de ellas es el “capote”, cuando el score marca un 5 a 0 sin discusión. Sin duda que esta “mini humillación” se salva con la anotación de un gol, lo que disipa en algo las burlas del vencedor y de los amigos testigos de la paliza.

Pero tal vez sea más humillante sufrir por el conocido “Universitario”, resultado que consiste en superar un 0 a 2 en contra anotando 3 goles seguidos para terminar ganando 3 a 2. Este ritual se repite a los largo de las diez partidas que como mínimo se desarrollan entre amigos y familiares.

Fuera de las canchitas, existen otras diversiones donde la presencia de los equipos grandes de La Paz es más que evidente. En el tiro al patito se puede divisar como “fondo de escenario”, una manta impresa con los escudos, ya sea de Bolívar o de The Strongest.

En la ruleta o el juego de las cartas también está el fútbol, cual virus que se propaga, esta vez con escudos y símbolos de otros equipos del país. El api atigrado, del cual habla el “Papirri” en su canción sobre la Alasita, representa esa extensión diversa de la pasión, al igual que las ya referidas alcancías en forma de balón o de escudo que, para todo buen ahorrador, es una obligación llevar a casa.

Y es que la Alasita es una expresión de la cultura ancestral, de la fe y la devoción, pero también de la pasión, aquella que trasciende los límites del estadio, aquella que está vinculada con los sentimientos, con el quehacer cotidiano y la vida misma.

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