La Paz/AMN.- Lourdes y Rocío son dos madres adolescentes del Proyecto Segunda Oportunidad de la Alcaldía. Ellas fueron becadas para la Universidad Salesiana en la Carrera de Ciencias de la Educación por el compromiso y esfuerzo que demostraron con sus familias y en el programa edil.

Ambas cumplen una rutina cotidiana responsable. Desde las 05.00 se preparan para asistir a clases, pero también deben ocuparse de sus hijas. Con el apremio las visten, alimentan y dejan todo preparado para la jornada; leche comida, pañales y ropa son las cosas más importantes que cargan para la atención a sus hijas, luego salen de sus hogares a las 06.00.

Lourdes y Rocío asisten a la universidad por la mañana y en la media jornada de la tarde acuden a su capacitación en Segunda Oportunidad.

La coordinadora de este proyecto municipal, Andrea Vargas, explicó que estas subvenciones de estudio surgen de las alianzas con la Universidad Salesiana y con la organización Munasim Kullakita.

Para la elección de beneficiarias se tomó en cuenta el esfuerzo y compromiso, además, del apoyo de la familia ya que la carrera tendrá cuatro años y seis meses de duración.

“También es muy importante que obtuvieran el título de bachilleres porque es un requisito para entrar a la universidad. También se ha considerado a los papás y las parejas de las beneficiarias porque es importante que tengan apoyo y respaldo para continuar sus estudios”, comentó Vargas.

“Niños caminando con una bebé”

Lourdes Mita tiene 20 años, llegó a este proyecto en 2018. En ese tiempo se sentía triste por las críticas que recibía cuando salía a la calle con su hija, que hoy ya tiene un año y siete meses.

“Cuando caminábamos con mi esposo, éramos unos niños caminando con una bebé. Cuando lloraba no sabía qué hacer, me desesperaba, (…) y como no vivía con mis papás con mi esposo nos encerrábamos. No sabíamos qué hacer o como tratarla”, explicó.

Se embarazó cuando estaba en sexto de secundaria. En ese periodo escolar asistió a clases e incluso viajó para hacer unas pasantías ya que su colegio facilitaba la formación en humanidades y técnico medio. Ella estudió electrónica.

Su hija nació en enero de 2017 y Lourdes enfrentó problemas económicos. No tenía dinero para los pañales y dijo que sentía vergüenza de pedir a sus padres. Al final su familia la apoyó.

Decidió asumir su capacitación en el proyecto Segunda Oportunidad. Aprovechó los cursos en pastelería y chocolatería. Luego tomó la iniciativa de hacer golosinas para venderlas en algunas oficinas.

“Dejaba chocolates en las tiendas, con mi hijita, me la cargaba en la espalda. Llevaba en una mano queques y en la otra, otra cantidad de masitas, e iba a venderlas a las oficinas. Con ese dinero podía comprar pañales para mi hija”, detalló.

Actualmente elabora tortas a pedido. Con las ganancias pudo comprarse un horno y todo el instrumental para trabajar.

Todas las mañanas sale de su casa a las 06.00. Antes de ir a la universidad debe pasar por la casa de su suegra a dejar a su niña para que la cuide. Tras las horas de estudio recoge a su hija a medio día para luego acudir al proyecto de la Alcaldía, por la tarde.

Mamá e hija van a la universidad

Rocío Canasa tiene 19 años y su hija un año y cuatro meses. Salió bachiller en 2018 y para este año decidió ingresar a Segunda Oportunidad para trabajar y que su hija se sienta orgullosa en lo venidero.

Para esta adolescente haberse beneficiado con esta beca universitaria es un “sueño hecho realidad” porque en algún momento se resignó a que no podía estudiar.

Todas las mañanas sale de su casa a las 06.00. Va con dirección a la universidad con su niña y antes de entrar a clases la deja en la guardería de la misma institución académica. Sin embargo hay días que ingresa a las aulas con su hija.

“Me gusta estudiar. Me considero una persona que no se da por vencida. (…) Estoy estudiando para ser una mejor persona, para tener con qué sostener a mi hija. (…) Quiero llegar a ser una profesional en Ciencias de la Educación bien fortalecida”, afirmó.

En estos meses que acude al programa edil aprendió repostería, una habilidad técnica que practica en su casa.

También aprendió a cuidar a su pequeña en charlas de desarrollo personal.

“Me sentí muy acogida. (…) Ha cambiado mi vida, en la forma de tratar a mi marido, en la forma de vivir con mi hija, en todos los aspectos. Yo me siento aquí feliz”, dijo Rocío con una sonrisa.

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