Una noche de historias y vínculos en el cementerio

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Uno de los hitos que se presentó en Una Noche en el Cementerio. Foto; AMUN

Ocho hitos fueron un recordatorio de la resiliencia de un pueblo que ha buscado su lugar en la historia.

AMUN / 26-10-24

La luna brillaba tenuemente en la noche crujiente del cementerio, mientras las sombras de los árboles danzaban en un juego de luces y sombras sobre las lápidas. Era una de esas noches en las que la historia susurra desde los rincones olvidados, y las voces de los que una vez habitaron este mundo se entrelazan con las de los vivos.

Desde los primeros instantes, la atmósfera se encontraba cargada de expectativa. La propuesta iniciaría con «La fiesta del poder», una representación vibrante que remontaría al público a las épocas de definiciones políticas, donde la lucha por el control y la soberanía se entrelazaban con la identidad cultural de los bolivianos.

Con la guía de Lady Mamani, los visitantes se embarcan en un recorrido por los ecos del pasado de Bolivia, un viaje que rinde homenaje a los 200 años de historia que nos preceden.

Con cada intervalo de 30 minutos, los espectadores tendrían la oportunidad de sumergirse en la vida de personajes tan conocidos como Manuel Isidoro Belzu y Mariano Melgarejo.

Cuántas historias habríamos escuchado sobre su extravagante, dictatorial y tumultuosa existencia, pero verlas desempeñadas en el escenario otorgaría una nueva dimensión a sus realidades.

El viaje continuaría con el protagonismo de José Manuel Pando y Pablo Zárate, cuyas trayectorias marcaron un antes y un después en la historia nacional. Las luces del escenario iluminarían figuras cargadas de matices, mostrando no solo sus aciertos, sino también sus fracasos, el dilema humano que trasciende el tiempo.

«Este año, queremos mostrar cómo se ha ido construyendo nuestra historia y el poder que ha sido entregado al pueblo melgarito.”, decía la voz firme de Teresa Maita, una de las guías voluntarias.

La luz de su linterna iluminaba su rostro mientras hablaba de la lucha de las culturas afrobolivianas, que desde siglos atrás fueron marginadas y silenciadas, pero que hoy se alzan con fuerza en la narrativa nacional.

El grupo estaba en el segundo hito de una serie de ocho, un recordatorio de la resiliencia de un pueblo que ha buscado su lugar en la historia.

Los asistentes se agruparon, llenos de curiosidad y entusiasmo, listos para seguir el recorrido cronológico que partía desde el gobierno de Melgarejo hasta las dictaduras más oscuras del país.

El mausoleo de Germán Busch sería el primer punto a visitar, un espacio sagrado que guarda los ecos de un pasado turbulento. La expectativa en el aire era palpable; éran parte de algo significativo, una celebración y una crítica a la vez.

En medio del recorrido, Ángela y Ariel, dos jóvenes que no ocultaban su emoción contaban su experiencia. Era la segunda vez para Ángela, quien en esta ocasión se encontraba cautivada por el teatro y la interpretación de los guías.

«Te da esas ganas de escucharles y de ver qué es lo que va a pasar en todo el trayecto. Es importante conocer la historia de nuestro país”, afirmaba, con la voz cargada de pasión. Ariel, un poco más tímido, reconocía que ésta era su primera experiencia. “El teatro me ha gustado mucho. Es importante conocer la historia”, repetía, buscando las palabras para expresar su asombro.

Las sombras iban alargándose y el frío de la noche comenzaba a sentirse, pero la vitalidad del evento mantenía a todos atentamente despiertos. “Tienen tiempo hasta las 12 de la noche. Es una invitación a todos para que vengan y conozcan un poco más de su historia con un nuevo método”, reiteraba el entusiasmo entre los guías. La conexión con el público era palpable, cada risa y cada susurro de asombro se mezclaba con el crujir de las hojas bajo nuestros pies.

Al llegar a la cuarta estación, los ecos Gualberto Villarroel resonarían entre los asistentes, evocando recuerdos de liderazgos y controversias, en un escenario que se convertiría en un espejo de la Bolivia contemporánea. Cada representación era, al fin y al cabo, un reflejo de nuestra identidad colectiva

Así, la noche transcurrió entre relatos, risas y reflexiones, en un cementerio que, por unas horas, se transformó en un escenario donde la historia bailaba al son de cada paso que daban los visitantes.

Con un delicado giro, la última parte de esta travesía teatral traía consigo relatos de perseverancia. Figuras como Domitila Chungara y Dolores Machado, símbolos de la lucha por los derechos de los más desfavorecidos, compartirían el protagonismo con el paramilitar comandante Mamani, todos tejiendo la narrativa de una resistencia que se niega a ser silenciada.

La representación culminaría con un mensaje de esperanza a través de la figura de la Madre Patria, recordándonos que, a pesar de las adversidades, la fortaleza de la identidad boliviana siempre prevalecerá.

Al final todos saldrían felices y agradecidos con el Alcalde, afirmando que con impulso había revitalizado esta actividad que rescataba la memoria colectiva. “Gracias a él también se está haciendo posible este evento.

Se nota que han metido más energía en todo”, reconocían algunos asistentes. Las palabras de gratitud resonaban no solo en la voz de los guías, sino también en el corazón de aquellos que buscaban revalorizar su historia, mantenerla viva y llevarla hacia el futuro.
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