Programa Cebra cambió la vida de educadores urbanos para cambiar la vida de los paceños

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Jóvenes voluntarios miembros del programa municipal Cebras. AMN

AMN/18-11-21

Las Cebras están de aniversario, este viernes cumplen 20 años y varios de los educadores urbanos testifican que el programa municipal que surgió en 2001, les cambio la vida, su forma de ser, con su familia, con su amigos y lo mejor para cambiar actitudes de la ciudadanía o que aprendan de ellos.

“Desde que entré a las Cebras, el programa me ayudó a cambiar porque era una persona muy callada y que no le gustaba hacer cosas, era muy negativo, desde que ingresé y hasta que terminé el primer año en el programa, he cambiado totalmente; desde cómo digo las cosas, cómo río con las personas, cómo es la relación con mi familia, disfruto más de cada cosa que hago”, aseveró uno de los más antiguos de los educadores urbanos del programa cebra, Ezequiel Castillo, quien llegó a ser Cebra por accidente, mientras buscaba trabajo se enteró del voluntariado.

Noelia Barrientos, una de las educadoras urbanas más jóvenes, dijo que son queridas por los niños. “Lo mejor de ser Cebra es que la gente te quiere, te ama por cómo eres y también por cómo enseñas con amor y educación a la gente. Somos famosas, los niños corren a abrazarnos cuando nos ve”.

Belén Mejía, otra integrante del programa municipal de educadores urbanos, recordó que llegó a ser Cebra el 2018 a través de su primo que ya era parte. “Me formaron con valores, con amor, siempre con respeto hacia las personas y amabilidad, y me enamoré de la ciudad y su gente; a veces son buenos, a veces son malos (jejejeje ríe un poco), pero siempre con una actitud buena que es la actitud Cebra”.

Débora del Castillo dijo que le gusta portar el traje o piel de Cebra como lo llaman, porque “me da súper poderes, sacas tus cualidades más hermosas, tu infancia, el niño interior que llevamos” y eso “es bueno porque muestras a las personas una actitud positiva ya que andamos con tantos problemas y muestras algo positivo de nuestra ciudad”.

Belén y Noelia coinciden que desde niñas soñaban con ser Cebra y esperaban cumplir los 16 años para ser parte del programa. “Yo personalmente  amaba a las cebras y decía quiero ser cebra desde mis nueve años y cada año me acercaba a mi meta de ser Cebra, hasta que por fin pude ser”, afirmó Belén, mientras que Noelia asegura que veía en las calles a las cebras: “me he enamorado de las cebras porque veía esa actitud carismática que tienen de ser amables, buenos, siempre con una muy buena actitud”.

El programa municipal que agrupa jóvenes mujeres y varones, a través de las capacitaciones que impartieron en los 20 años, enseñó a las Cebras a comunicarse y expresarse mejor, así lo relata David Apaza, que no sabía sobre el voluntariado, tampoco conocía que podía ser parte de las Cebras, su inquietud y curiosidad le llevó a informarse y ahora es un educador urbano desde hace un año.

“Desde el principio recibí un buen trato, me hicieron sentir bien, con la manera de comunicarse. Los talleres me enseñaron muchas cosas, a bailar, a comunicarme y expresarme mejor y con toda la experiencia que tengo de una año, me ha parecido muy genial; la verdad me ayudó bastante a comunicarme, expresarme mejor en el colegio”, dijo Apaza.

Los educadores urbanos aseguran que no todos sus amigos saben que son cebras, sin embargo cuentan que a diario los ven, pero como están con el traje de Cebra no los reconocen. También relatan que algunos amigos se preguntan: ¿por qué cambiaron? “Muchos de mis amigos me preguntan ¿qué pasó contigo? Me dicen que antes era diferente y ahora soy otro. Yo les digo que el programa Cebra cambió mi forma de ser y me dicen que bueno, qué hermoso. Nadie sabe quiénes están detrás de esta piel, muchos no nos conocen, solo ven un personaje, deberían saber que somos jóvenes que estudiamos en el colegio o universidad que están ahí para cambiar su vida”, dijo Castillo.

Fabricio Escobar, otro de los más antiguos de las Cebras, está desde 2017 y cuenta una de las experiencias que tuvo que vivir como educador urbano, ser “Burro”. El 2006 nació el “Burro Educador Urbano” que evidencia errores de la gente. Escobar cuenta su experiencia de ser burrito, tarea que no es nada sencillo. “Lo que más me gustó de ser Cebra es tocar el traje de burrito, algunos no saben que cuando te toca ser burrito tienes que ser una de las mejores Cebras, tener mucha experiencia de ser Cebra”, afirmó.

También narró una anécdota cuando le tocó ser educador urbano en la zona de San Pedro. Allá conoció a una persona que en estado de embriaguez venía a contarle sus penas.  “Cuando estaba en el macrodistrito Cotahuma, estaba en el punto de intervención de San Pedro y había un borrachito que siempre me venía a hablar, no sé cómo me reconocía, pero siempre me venía a hablar a mí, no fue una mala experiencia, me venía a contar sus cosas y se desahogaba conmigo, me decía esto me pasa y una vez vino con su pie herido, llame a una ambulancia y ese rato se lo llevaron. Yo me sentía bien porque ese señor confiaba en mí”, contó Escobar.

El programa municipal surgió el 19 de noviembre de 2001, como una acción frente al caos vehicular que se generaba en el centro de la ciudad de La Paz. Uno de los puntos conflictivos era la Pérez Velasco y la presencia de las Cebras tenía el fin de educar a los choferes que se pasaban el paso de cebra.

La piel Cebra cambió en cinco oportunidades, los jóvenes voluntarios que participaban del programa eran de situación vulnerable, como lustracalzados o vendedores de dulces. Luego de la inundación de 2002, los educadores urbanos tomaron protagonismo ya que aquella vez ayudaron a las víctimas.

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