El despertar de un «león dormido»: la voz de un pueblo unido en demanda de soluciones

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La edad no fue límite para salir a protestar en demanda de soluciones a la crisis económica que vive el país. Foto. AMUN

Bajo el lema “Por la Defensa de Nuestra Economía, La Paz no se calla”, la marcha de cacerolas vacías se convirtió en un llamado a la justicia social.

AMUN/ 21-11-24

El frío y la llovizna no detuvieron a miles de paceños que, desde las primeras horas del jueves, decidieron salir a las calles de La Paz con un mismo objetivo: expresar su descontento hacia el Gobierno de Luis Arce por el alza de los precios de la canasta familiar, la falta de carburantes y dólares.

Bajo el lema “Por la Defensa de Nuestra Economía, La Paz no se calla”, la marcha de cacerolas vacías se convirtió en un llamado a la justicia social, una movilización histórica que mostró la fuerza de un «león dormido» que finalmente despertó.

La marcha se inició en varios puntos estratégicos de la ciudad, donde cerca de 3.000 gremiales de la Federación de Comerciantes Minoristas Julio Patiño, junto a una cantidad similar de miembros de la Federación Zenón Yupanqui, miles de vecinos de las juntas vecinales, así como choferes de la Federación Chuquiago Karka Marka se congregaron para tomar las calles del Centro de la ciudad en una manifestación de descontento que resonó en cada rincón de la urbe.

Con pancartas al viento y gritos que clamaban por ayuda, los marchistas se unieron en un grito colectivo: «Crisis en el pueblo, los bancos no perdonan». La indignación se palpó en el ambiente, siendo esta, solo una de las muchas arengas que transitaron en la multitud.

«Gobierno incapaz fuera de Bolivia», resonaba con fuerza entre las voces de quienes exigen respuestas ante un panorama económico agobiante. “El pueblo está de hambre; la plata ya no hay”, se quejaban, reflejando el sentimiento de una ciudadanía que siente su futuro cada vez más incierto.

Niños en brazos, cacerolas vacías y banderas tricolores acompañaron a los marchistas, quienes, con un fervor palpable, se dirigieron hacia El Prado.

Leonardo Choque, uno de los líderes del movimiento, sostuvo que la situación se había tornado insostenible. “Estamos aquí para hacer escuchar nuestra voz, no podemos permitir que continúe esta crisis sin respuesta”, dijo con firmeza mientras la multitud aplaudía en apoyo.

En medio de esta marea humana, adultos mayores marchaban acompañados de sus hijas, llevando ollas en mano como símbolo del hambre y la escasez. Cada paso era un eco de su resistencia, un llamado a la acción de un Gobierno que parece distante.

Las palabras de Margarita Machicado, ejecutiva de los feriantes de Navidad, fueron particularmente conmovedoras. «Nosotros estamos muriendo de hambre. No hay trabajo, no hay ventas, no hay carne, no hay arroz, no hay azúcar, no hay aceite», exclamó, su voz quebrada por la impotencia.

«Presidente, por favor, queremos carne, gasolina, verduras. Los precios han aumentado y nosotros estamos en la calle, desesperados. Nuestros hijos no tienen qué comer», clamó entre lágrimas. Eloísa García Cruz, representante de la Federación de Feriantes de Navidad, agregó: «No hay pan. La carne ha subido a precios exagerados. No hay dinero que alcance. Esta marcha es la voz de un pueblo que ya no puede más”.

Con el clamor de “Arce, incapaz, el pueblo tiene hambre”, los presentes exigieron la convocatoria a un diálogo directo con el mandatario Luis Arce Catacora, resaltando que la escasez de combustible y la inflación asfixiaron a la economía familiar.

“Por culpa del Gobierno estamos en las calles”, afirmaba una mujer con su pequeño en brazos, mientras su voz se unía a la de miles que clamaban por mejores días. El ambiente era tenso, pero la unidad era inquebrantable.

Algunas de las marchistas llevaban bandejas con ollas y botellas de plástico, haciendo resonar el eco de su protesta en el aire tarareando lemas. Hombres y mujeres, todos de diferentes sectores, compartían historias de lucha, y caía sobre sus hombros el peso de la crisis económica, acentuado por el encarecimiento de la canasta familiar y la escasez de dólares.

“Todo está llegando más caro”, decía una de las marchistas. “Queremos soluciones reales”. Las cifras anunciadas por el Gobierno respecto a la disminución de precios en productos básicos contrastaban con la cruda realidad de quienes cada día luchan para llevar un plato de comida a sus mesas. “El Gobierno dice que las amas de casa están felices, pero es mentira”, respondía otra comerciante en una conversación espontánea con un periodista.

En medio de la multitud, un hombre con discapacidad visual intentaba ganar algunos pesos cantando con su parlante una canción del famoso cantante español Camilo Sesto. Su voz se alzaba entre las arengas, un recordatorio de que, en cada rincón, hay historias de resistencia diaria. “Estamos marchando por el alza de precios y la falta de soluciones”, comentaba otra mujer, Angélica, quien representaba a un sector que se siente olvidado y marginado.

Los manifestantes denunciaban, además, que la crisis fue agudizada por un bloqueo de carreteras de 24 días, impulsado por organizaciones sociales afines al expresidente Evo Morales. Un ciclo de protestas y descontento que se transformó en un grito de unidad bajo la creencia de que el cambio es posible y necesario.

Mientras la marcha avanzaba, un mensaje claro se transmitía: la ciudadanía no se dejará amedrentar y seguirá luchando por sus derechos. “Estamos de pie y nunca de rodillas”, gritaba uno de los líderes organizacionales, marcando el tono de la jornada.

En la intersección de la calle Oruro con la avenida Mariscal Santa Cruz,  frente al edificio de la Facultad de Ingeniería de la UMSA, la multitud se detuvo y organizó un mitin en las resoluciones surgidas fueron claras y firmes: un plazo de 15 días para un diálogo efectivo con el gobierno; 15 días para garantizar la provisión de diésel; un acceso directo a la compra de dólares; y la exigencia a la Asamblea Legislativa para que se respalden todos los créditos necesarios para la sobrevivencia de los gremiales y sus familias.

La multitud, unida por la indignación, fue un eco de que el pueblo boliviano, ante la adversidad, sigue buscando una solución, un verdadero liderazgo que escuche el clamor de un pueblo que, en busca de su subsistencia, ha encontrado la fuerza en su unidad.

La manifestación concluyó con un aire de esperanza y la determinación de no rendirse ante la adversidad. Desde La Paz, el eco de sus demandas se elevó alto, recordándole al poder que el pueblo de paceño no solo subsiste, sino que lucha por su dignidad y su futuro.

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