AMN/31-07-21
Los tambos Luribay y San Andrés de la calle Max Paredes son los únicos que quedan desde la época de la colonia en la ciudad de La Paz, ya que otros históricos fueron convertidos en edificios, tiendas y galerías.
“Se mantiene los usos y costumbres. Los productores llegan para vender directo al consumidor a partir de noviembre hasta mayo. Llegan unos 100 productores”, dijo María, una de las vendedoras del tambo Luribay, que hoy se mantiene y congrega a comerciantes de frutas y telas en un patio de cemento.
El segundo tambo que persiste es San Andrés, que reúne a seis vendedoras, quienes lo usan como un depósito. Es un lugar ófrico y oscuro donde se observa bultos. “Ahí hacemos madurar (el plátano) lo que llega de Los Yungas envolviendo en nylon y periódico”, dijo la señora Fibe Vásquez, quien tiene su puesto de venta en la puerta de ingreso.
El tambo o tanpu (en quechua) es un alojamiento temporal. Los indígenas aymaras y quechuas crearon estos lugares para alojar a los viajeros que transportaban alimentos, frutas, sal y plantas medicinales, los cuales intercambiaban por chuño y otros alimentos del altiplano.
“Los tambos eran lugares de conexión comercial e intercambio de productos” y estaban ubicados cerca de los caminos, explicó el técnico de Patrimonio Cultural de la Secretaria Municipal de Culturas, David Mendoza.
Agregó que en la época de la Colonia y luego, cuando surgió la República, tanto en la parte indígena como en la española de la ciudad, que estaban separadas por el río Choqueyapu, había al menos 20 tambos. Algunos de ellos perduraron y siguieron con la actividad comercial hasta el siglo XX.
Según Mendoza, los tambos estaban en las zonas San Sebastián, el Rosario y otras aledañas, como la calle Tumusla, Illampu, Sagárnaga, Evaristo Valle e incluso en las calles Comercio y Potosí.
Ya en el siglo XX, varios tambos continuaron abiertos. Es así que los vendedores de las calles comerciales de Max Paredes y de otras vías aledañas, como León de la Barra y Sagárnaga, afirmaron que en ese sector había al menos 12, pero poco a poco desaparecieron y solo quedaron dos.
Los tambos Santa Rosa y San Felipe estaban en la calle Max Paredes, pero fueron cerrados hace casi 20 años y en el primer lugar ahora hay un garaje y el salón de fiestas Lunar, dijo la señora Lucía, una comerciante que vende cerca del ingreso al garaje.
Mientras que en la calle León de la Barra, estaban los tambos Chico, Trinidad y San Agustín, recordó Antonia Céspedes de 73 años de edad, quien vende frutas en una tienda que está frente al alojamiento San Andrés y que antes fue un tambo que llevaba el mismo nombre.
“En la esquina estaba el tambo de Mario Ríos, él era el dueño, pero murió y sus hijos lo vendieron. Ahora es una galería”, explicó Olga Choque, otra de las vendedoras de esta vía comercial.
En la calle Sagárnaga estaban los tambos El Carmen, San Antonio y Santiago, y funcionaron hasta hace 20 años, según Pedro, un comerciante del sector. Los dos primeros fueron reemplazados por garajes y tiendas, mientras que el último, que fue el más grande, pertenecía a una cooperativa de artesanos.
Una vez que se cerró, se devolvió el espacio (un metro por 1,20 metros) a cada uno de los 700 dueños, quienes construyeron casetas para instalar sus negocios. Pero solo algunos colocaron tiendas y la mayoría de las casetas son usadas, actualmente, como depósitos.
“Había fila de camiones en la calle Segurola, en la León de la Barra, para descargar frutas. Y como no han dado parada para los camiones, los de Tránsito, todos se fueron”, relató Antonia Céspedes.
Los productores optaron por quedarse en las áreas de ingreso a la ciudad, como El Tejar y el sector del Cementerio General. “Hoy se ha convertido en un tambo a cielo abierto porque en las calles y alrededores de la cancha El Tejar hay gran cantidad de fruta”, afirmó Mendoza.
Dijo que hay un tercer tambo que se conserva como un museo, se trata del tambo Kirkincha o Quirquincho, como hoy se lo conoce. Este espacio conserva las características de la época incaica y sobrevivió a la Colonia, la época republicana y fue mudo testigo de hechos históricos de La Paz.
Aun hoy se puede observar su puerta grande, el patio central que sirvió para el intercambio de productos y las habitaciones que están alrededor, eran usadas como alojamiento. El tambo Kirkincha sirvió de posada para los españoles que llegaron a Chuquiago Marca junto a Alonso de Mendoza, luego de fundar La Paz en la localidad de Laja, según el texto «Historia Colonial de La Paz», de Víctor Santa Cruz.
///