lunes, 10 marzo, 2025

Un año de dolor y esperanza en la voz de una madre

La historia de Silvia no solo es la de una madre que perdió a sus hijos, sino la de una mujer que sobrevivió a un ataque brutal. Ella aún lleva las cicatrices de las puñaladas que le propinó el hombre que debía protegerla.

AMUN 06-03-25

El 6 de marzo marcó un año desde que la tragedia se abatió sobre la vida de Silvia Patricia, una madre que caminó por el infierno desde que su mundo se desmoronó. Mientras Daniel y César, sus pequeños, están en el cielo con Dios, su asesino, su propio padre, cumple su primer año de sentencia en el penal de máxima seguridad de San Pedro de Chonchocoro. La historia de esta familia, que se desarrolló en el corazón de Ciudad Satélite, El Alto, es un recordatorio desgarrador del dolor y la lucha por la justicia que a menudo se entrelazan en la vida.

En una emotiva entrevista en el programa radial “El Negro en la Calle”, conducido por el alcalde Iván Arias, Silvia Patricia compartió su desgarradora experiencia. Su voz, aunque temblorosa, rebosaba de amor y dolor. “Yo sigo muriéndome cada día”, confesó, revelando la profundidad de su sufrimiento. “Despertar con ganas de irme con ellos es mi mayor sueño. Ellos eran unos niños hermosos, muy inteligentes y cariñosos.” Sus palabras, llenas de nostalgia, resonaban con la tristeza de una madre que ha perdido lo más preciado.

La historia de Silvia no solo es la de una madre que perdió a sus hijos, sino la de una mujer que sobrevivió a un ataque brutal. Ella aún lleva las cicatrices de las puñaladas que le propinó el hombre que debía protegerla. “Es algo que se pudo haber evitado”, reflexionó, indicando la responsabilidad de la justicia. “Si la justicia hubiera actuado adecuadamente con los casos que teníamos en juzgado, esto no hubiera ocurrido.”

La conversación se tornó más profunda cuando el alcalde Arias preguntó sobre las lecciones que aprendió tras esta tragedia. Silvia, con una fuerza admirable, habló sobre la importancia de la familia como refugio en momentos de desesperación. “He caminado por el infierno”, dijo.

“Gracias a mi familia no estoy en otra parte, porque me cuidaban y no me dejaban sola.” En su relato, la madre desnudó su alma y compartió la esperanza que la ha mantenido en pie: la promesa de un reencuentro con sus hijos. “La única esperanza es poder alcanzarlos cuando sea el tiempo adecuado”, afirmó con determinación.

A lo largo de la entrevista, la voz de Silvia se volvió un eco de la lucha contra la violencia de género. Su experiencia fue un llamado a la conciencia: “Si ven que tienen una pareja tóxica, asústense, sepárense”, advertía, subrayando cómo la violencia se enreda en la cotidianidad y puede desembocar en tragedias inimaginables.

“Esos son los primeros síntomas de un hombre que puede ocultar una enfermedad peor como la psicopatía”, comentó el alcalde ante el relato de Silvia, quién inmediatamente retrucó No solo física, psicológica también. Adelante, ¿cómo decías, Pati? ¿No solo física, psicológica?, preguntó el alcalde. “Sí, mucha violencia psicológica al inicio, señor alcalde, mucha violencia psicológica”, afirmó.

Compungida relató: “Él se creía, se creía, él decía ser mucho mejor persona que yo por el hecho de ser papá de Cornelio, por el hecho de tener un muy buen apellido, por el hecho de que él estaba trabajando y yo estaba cuidando a los bebés. O sea, él ejercía violencia tratando de humillarme, sacando lo que posiblemente… o yo tengo más dinero, o yo tengo un mejor apellido, o yo tengo una mejor posición, y cosas así, o sea, no nos damos cuenta a ratos que ahí adentro está escondido el verdadero enemigo”.

“¿Quién iba a pensar? Mis bebés jamás iban a pensar que a su papá ‘Chechar’, le decían, al que amaban tanto, les iba a terminar haciendo eso”, contó.

«Lo voy a entender porque hasta ahora no puedo comprender con qué valor ha tenido la capacidad de hacer semejante acto, señor alcalde», dijo con su voz entre cortada, pero había una determinación que resonaba en cada sílaba. «A mí me duele mucho el pensar cómo ha sido ese momento. Ay, señor alcalde, es muy terrible para mí». En su expresión se podía ver el eco de una herida que aún no cerraba, de un sufrimiento que la violencia había dejado grabado en su alma.

Ella no hablaba solo de su dolor personal, sino de una realidad más amplia: «La violencia psicológica es el inicio de todo. ¿Qué hay?», preguntó, retórica y desafiante. «Vos que me decías que ni siquiera debe ser mi hijo… pruebas de ADN, miles de cosas». Como si desnudara las capas de un horror que pocos quieren reconocer, habló del monstruo que se esconde detrás de una sonrisa, del «psicópata» que llevamos a veces tan cerca. Su relato no solo era un testimonio; era un llamado a abrir los ojos, a darse cuenta de las sombras que rodean a quienes amamos.

El alcalde, conmovido, agradeció su valentía: «Patricia, muchísimas gracias, realmente me quedo impresionado. A ver si un día nos vienes a visitar a la oficina para charlar más personalmente. Te voy a esperar el día que puedas». Las palabras de apoyo resonaron en la sala, y un abrazo simbólico se convirtió en un hilo de esperanza que unía a todos los presentes.

«Me ha apoyado para esta actividad que hemos hecho para que se cambien las leyes en contra de los niños», continuó ella, refiriéndose a la lucha que compartían por un futuro mejor. «El proyecto se ha dejado, evidentemente, pero hasta ahora no nos han entregado una respuesta». La frustración era palpable, pero también la fe en que la voz de los niños debía ser escuchada.

«Usted me ayudó aquí en aquella oportunidad para el 9 de abril y yo le agradezco muchísimo, señor alcalde», expresó, recordando momentos en que el apoyo había sido crucial. La conexión entre ellos era más que una simple relación institucional; era el reconocimiento de una lucha compartida, un compromiso por hacer que las cosas cambien.

«Le mando un gran abrazo y muchas gracias por todo el apoyo y porque los recuerde», concluyó, mientras su mente evocaba a sus hijos: «Danielito y Césarito, que yo sé que son unos ángeles hermosos en el cielo». En esa frase, la mezcla de amor y dolor se hacía palpable, y el recuerdo de sus pequeños se convertía en una motivación para seguir adelante.

El dolor de Silvia Patricia es un recordatorio de que detrás de cada noticia de violencia hay una historia, una vida desgarrada por la pérdida. Pero también es un canto de esperanza, un testimonio de resiliencia y amor que, a pesar de la tragedia, busca encontrar luz en la oscuridad. En su lucha por recordar a sus hijos, ella se convierte en la voz de muchas otras madres que han sufrido en silencio, uniendo sus historias en un grito colectivo por justicia y cambio.

Mientras el reloj marcaba el final de la entrevista, Silvia dejó claro que, aunque enfrentó un año de sufrimiento, su esperanza sigue viva. “Todo se puede de la mano de Dios y de la mano de tu familia”, concluyó. En su mirada, aunque empañada por las lágrimas, había una chispa de fuerza que iluminaba su camino, una promesa de que, a pesar del dolor, la vida sigue y la memoria de sus hijos vivirá por siempre en su corazón.

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