La joven de 23 años, que fue arrollada por un minibús, no solo luchó por su vida, sino que también sueña con cumplir metas y anhelos.
AMUN / 27-03-25
Victoria, una joven de 23 años, se convirtió en símbolo de esperanza y resiliencia tras ser arrollada por un minibús el pasado 28 de enero. Más de un mes y medio en el hospital, luchando contra vaticinios médicos adversos, la llevaron a regresar a su hogar, al lugar donde sus sueños aún tienen cabida.
El contexto del accidente es aterrador. Un minibús descontrolado, con escasa reacción ante el destino fulminante que parecía aguardarlo, comenzó a rodar por la céntrica y muy transitada calle Jenaro Sanjinés. Victoria y Camila, que iban caminando planeando sus actividades, fueron alcanzadas por el vehículo. Ese momento marcó el inicio de una lucha de la joven que hasta ahora es, tal como señala su nombre, una victoria.
En la calidez de su hogar, un espacio donde la luz aflora por cada rincón y los recuerdos de días mejores parece susurrar al fondo. «Victoria, ¿qué opinas de los milagros?» le preguntamos. Su respuesta, llena de convicción, nos transportó a una reflexión profunda: «Bueno, ahora sí, antes no opinaba mucho, pero viendo mi situación, yo creo que sí, que existen (los milagros)».
Su mirada brilla con determinación mientras recuerda el momento en que se dio cuenta de que tenía que luchar por su vida. «Mi familia, mis ganas de vivir, muchas cosas que no he vivido… eso me ha mantenido firme», dice con convicción.
La joven no solo luchó por su vida, sino que también sueña con cumplir metas y anhelos. Actualmente cursando su último año de Comunicación Social, aspira a graduarse y dedicarse al periodismo educativo, un campo que le apasiona y que considera vital para el desarrollo. «Este año egreso, es un primer paso. Quiero viajar y completar mi vida», confiesa con un brillo especial en los ojos.
Pero detrás de la valentía de Victoria, hay un apoyo inquebrantable: sus padres. Manuel y su esposa fueron testigos de un proceso desgastante, lleno de noches en vela y momentos de angustia.
Con voces entrecortadas por la emoción, Manuel y su esposa narran los momentos de incertidumbre vividos a lo largo de la recuperación de su hija. «Los pronósticos eran atroces. La situación fue muy dura, pero Dios es grande y aquí estamos”, expresa Manuel, aliviado por tener nuevamente a Victoria en casa.
Su madre añade que, durante esos días oscuros, las oraciones y el apoyo de la comunidad jugaron un papel fundamental. “Todo ha sido bienvenido, la fe nos ayudó a mantenernos fuertes”. Su felicidad rebosa al imaginar el futuro de su hija, quien, ahora más que nunca, está decidida a alcanzar sus sueños.
Victoria, con todos los obstáculos que superó, es un claro recordatorio de que los milagros pueden ocurrir. Aunque su camino apenas comienza, ella ya dejó una impronta imborrable en quienes la rodean.
En un mundo donde las noticias suelen estar impregnadas de tragedia, el testimonio de Victoria resuena como un canto optimista: la vida, a pesar de las adversidades, sigue floreciendo.
Ella se erige como un verdadero ejemplo de superación y un faro de esperanza para aquellos que enfrentan batallas similares.
///