Un rincón de recuerdos en el Cementerio de Mascotas “Amigo Fiel” de Chinchaya

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El alcalde Arias visitó el cementerio de mascotas.

Las tumbas cuentan historias de lealtad y amor. Algunos letreros, cuidadosamente decorados, dejan entrever la profunda conexión que existió entre los humanos y sus compañeros de cuatro patas.

AMUN / 03-10-24

El sol cae lentamente sobre el horizonte, tiñendo de dorado el cementerio de mascotas “Amigo Fiel” en Chinchaya en la frontera entre San Antonio y Hampaturi. El alcalde Iván Arias y un grupo de amantes de los animales visitan el lugar donde moran aquellos fieles amigos que dejaron una huella imborrable en sus vidas. “Aquí estamos en el cementerio de las mascotas”, comienza Arias, con un tono que mezcla la solemnidad y la ternura.

Las tumbas, pequeñas y grandes, cuentan historias de lealtad y amor. Algunos letreros, cuidadosamente decorados, dejan entrever la profunda conexión que existió entre los humanos y sus compañeros de cuatro patas. “Perlita, te amo”, reza uno de los mensajes, mientras otro dice, “Tofi, no existen palabras para expresar la tristeza de tu partida. Fuiste un miembro más de nuestra familia”. Cada epitafio es un recordatorio de que, aunque han partido, su recuerdo perdura.

“Mirá esos nombres”, señala el alcalde, que se detiene ante una tumba adornada con flores. “Fobi, bebé”, murmura, mientras sus acompañantes se acercan para leer y recordar. La atmósfera es de reflexión, donde las lágrimas y las sonrisas se entrelazan en un hilo de memorias compartidas.

“¿Cuántas mascotitas hay aquí?”, interrumpe una voz de entre la gente. Un hombre llamado Pedro, quien es el responsable de abrir y cerrar el camposanto, se acerca, y con una mezcla de orgullo y nostalgia responde dice: “Aquí debe haber unas mil. Cada tres perritos en cada tumba”. La magnitud del lugar le quita el aliento a más de uno. Al mirar a su alrededor, la realidad se torna abrumadora; tantas vidas se fueron, pero el amor que dejaron todavía llena el aire.

A medida que el alcalde camina, la conversación se torna íntima. Las historias fluyen. Un pastor alemán, un labrador dorado, y ese perrito llamado Tsunami que partió en 2021; cada uno tiene su lugar, su legado. “Tsunami, hijita de mi alma. Te amamos con todo el corazón”, reza una lápida. La emotividad se siente en cada palabra y cada gesto.

La belleza y la tristeza coexisten en este cementerio. Algunos espacios parecen abandonados, otros floridos y cuidados. “Esto es privado, pero debemos realzarlo”, comenta la primera autoridad política de la ciudad de La Paz. La idea de coadyuvar en la conservación y el embellecimiento de este lugar cobra fuerza. “Los perritos son nuestros amigos fieles”, recuerda el alcalde. “Deberíamos volverlo más atractivo”.

Mientras la tarde avanza, las risas se entremezclan con los suspiros. Una visitante recuerda a sus propios seres queridos que también se han ido y reconoce que, al igual que las mascotas, las memorias de los abuelos y padres también tienden a desvanecerse con el tiempo. “Doscientos años nos olvidamos… Aquí ya se han olvidado”, reflexiona  el alcalde Arias, recordando que el amor y la memoria son la única forma de mantener vivos esos lazos.

El cementerio se convierte en un punto de encuentro, un lugar de sanación y conmemoración. “Gracias por haberme enseñado a disfrutar de la vida”, se lee en otro letrero. Estas palabras resuenan como un mantra, recordándonos que la vida, en todas sus formas, merece ser celebrada.

Finalmente, bajo el cálido abrazo del atardecer, el grupo se prepara para retirarse, dejando un pedazo de su corazón entre las tumbas. “Estamos en la frontera entre San Antonio y Hampaturi”, concluye Iván Arias. En este lugar, lleno de amor y nostalgia, queda claro que las mascotas son más que animales; son familia, y su memoria permanecerá siempre, como un eterno susurro de amor que nunca se olvida.

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