AMN/19-06-21
Ximena Narváez es la responsable de enfermería del hospital municipal La Portada. A un año de haberse contagiado y superado la Covid-19, señala que varias personas se contagiaron en fiestas donde bebieron cerveza o algún licor de los mismos vasos y otros porque no usaron barbijos en medio de la aglomeración.
“En los mismos eventos sociales hay muchas veces que no miden las consecuencias. Uno llega a un evento social con barbijo y alcohol en gel, pero hay un momento en que la gente está pasadita de copas y ya no se ponen el barbijo, están compartiendo del mismo vaso”, afirmó la profesional de salud.
Recordó que hace algunas semanas, llegaron a La Portada familias completas que se contagiaron con coronavirus. “Primero llegó la mamá, el papá, luego el hijo, luego llegó la mamá. Preguntamos de dónde llegaron y decían que tuvieron un evento social», dijo Narváez y aseguró que la primera suposición fue que uno de ellos era asintomático y contagió al resto.
Para la profesional, otro foco de contagios son los negocios de venta de comidas, ya sea en locales o en vía pública, porque las personas se sacan el barbijo y no cumplen el distanciamiento físico. “Se ve en las calles personas comiendo, no hay distanciamiento, hay una persona sin barbijo y el de al lado está igual. Entonces probablemente ahí se están contagiando”, agregó.
Recordó que el 11 de junio de 2020 fue el peor día de su vida porque se enteró que se había contagiado con Covid-19. Ella y otros trabajadores del hospital La Portada se hicieron la prueba anticovid en la Caja Nacional de Salud (CNS), porque días antes tuvieron contacto con una postulante a enfermera que resultó positiva, y luego por un mes estuvo internada sin poder ver a sus dos hijos y con el temor de perder la vida.
La noticia fue un «balde a agua fría», aseguró, y de inmediato le invadió pensamientos negativos y vino a su memoria los duros momentos que pasaron los pacientes a los que ella misma atendió en el hospital donde trabaja. “En algún momento me tocó ver cómo la gente estaba muriendo con esta enfermedad. Ese fue el momento más trágico para mí porque decía: ‘qué va a ser de mis hijos si a mí me pasa algo’ y además yo tenía como enfermedad base la hipertensión arterial”, agregó.
Recordó que al día siguiente la enviaron al Centro de Aislamiento que habilitó la Alcaldía, en el exhotel Radisson. Allí permaneció solo siete días, ya que los medicamentos que le recetaron le provocaron gastritis. Por esa complicación la llevaron a La Portada, porque no había espacio en el hospital que le correspondía como asegurada en la CNS.
De enfermera pasó a paciente y desde esa situación fue testigo de la impotencia y frustración de sus compañeras de trabajo al ver morir a algunas personas enfermas y al no poder ayudar a otros, que en la puerta del hospital pedían ser internados.
Su angustia aumentó cuando hablaba con sus hijos, un varón de nueve años y una niña de seis. “Cuando me enteré que era positiva lo que más me preocupaba eran mis niños. Yo soy mamá y papá para mis niños. Los dejé al cuidado de mi hermana. Ese fue el momento más difícil, el desprenderme de mis hijos, no poderlos ver y abrazar”, relató.
Al inicio de su aislamiento, sus hijos le preguntaban: «¿Por qué estas aislada?, ¿por qué no estás en casa?». Con el transcurso de los días entendieron. Casi a diario hablaba con ellos mediante videollamada. Su hijo mayor le decía que rezaba por ella.
“Me decía que reza a Dios para que yo regrese pronto y que no me pase nada. Eso también me aminaba a salir adelante”, afirmó la profesional que se esforzó por no llegar a usar oxígeno medicinal.
Después de un año de haberse contagiado con coronavirus, esta madre soltera y profesional paceña, cumple “estrictamente” las medidas de bioseguridad, tanto en su casa, al momento de trasladarse al trabajo y durante su permanencia en el hospital.
“Todos los días rezo por mí, por las compañeras, por toda la gente que trabaja conmigo, porque es muy difícil y doloroso perder a un compañero y a la fecha sigo con ese miedo de volverme a contagiar. No sería tanto por mí, sino por mi familia, por mis hijos, porque ellos todavía dependen de mí”, agregó.
Aseguró que al llegar a su casa, después del trabajo, se despoja de toda la ropa, se da un baño y se pone prendas limpias. Además, dentro de su domicilio, y al ser parte de la primera línea de lucha contra el Covid-19, mantiene la distancia de al menos un metro con su familia y usa sus utensilios exclusivos, como su tasa, plato, cuchara y otros.
Dijo que asumió estas medidas para evitar un nuevo contagio. “Todos sentimos miedo a pesar de haber enfermado. No estamos libres de volvernos a contagiar, pese a las vacunas que tenemos, estamos todavía en riesgo”, expresó al referirse a sus compañeras enfermeras y auxiliares.
Con todas estas acciones cotidianas de protección personal, ella y las enfermeras de La Portada, que también son mamás o cumplen dos roles en su hogar, continúan su trabajo de atención a los enfermos, en cumplimiento de su vocación y para sostener a sus familias. “Estamos de pie luchando por la atención de estos pacientes”, sostuvo.
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