Las excavadoras tienen dos objetivos claros: primero, desviar el agua hacia su cauce original y, segundo, empujar el material de lodo hacia la avenida Los Sargentos.
AMUN / 6-12-24
Bajo Llojeta, un barrio que solía ser un remanso de tranquilidad en La Paz, se convirtió en un campo de batalla contra la naturaleza. El 23 de noviembre, una torrencial lluvia desató una mazamorra que arrastró 140 mil toneladas de tierra, producto de la remoción ilegal en el cementerio Los Andes. Este deslizamiento dejó a 40 viviendas severamente afectadas, obligando a decenas de familias a lidiar con las secuelas de un desastre natural.
Desde la mañana del día siguiente, un equipo de técnicos y maquinaria pesada se desplegó en la zona para hacer frente a la emergencia. 13 días después del hecho los trabajos continúan, la analista técnico de la Unidad de Manejo de Cuencas, Jimena Jaldín, presente en el lugar, explicó el arduo trabajo que se está llevando a cabo.
“Estamos realizando un trabajo fundamental. Dos excavadoras están operando para redirigir el flujo del agua y retirar el lodo acumulado”, indicó, señalando la importancia de estas máquinas en la recuperación de la normalidad en la zona.
Las excavadoras tienen dos objetivos claros: primero, desviar el agua hacia su cauce original y, segundo, empujar el material de lodo hacia la avenida Los Sargentos. “Estamos lidiando con un sector que presenta un empozamiento, pero nuestra estrategia es empujar el agua y el lodo hacia adelante para facilitar su retiro”, agregó la analista.
La magnitud del desastre es evidente. Las casas, muchas de ellas construidas en terrenos vulnerables, se encuentran sumergidas en lodo hasta la primera ventana. “El nivel del lodo ha subido dramáticamente tras las lluvias recientes, por lo que hemos decidido incorporar más equipo para acelerar la limpieza”, continuó, señalando que se sumará una topadora al esfuerzo.
Mientras tanto, los vecinos, con rostros de preocupación, intentan salvar lo que pueden de sus hogares. La situación es crítica, y el acceso a las propiedades se volvió un desafío. “Estamos habilitando vías para que los residentes puedan recuperar sus pertenencias”, enfatizó la analista, refiriéndose al esfuerzo por mantener la comunicación y el acceso en medio del caos.
El trabajo no estuvo exento de dificultades. Las incesantes lluvias complicaron el avance, y cada vez que el sol asoma, se convierte en una oportunidad preciada para limpiar. “Es fundamental trabajar en períodos secos para poder avanzar”, declaró la analista, mientras observaba a las excavadoras maniobrar en un terreno cada vez más inestable.
La comunidad, unida en la adversidad, se enfrenta al reto de limpiar el desastre. Algunos vecinos se organizaron para limpiar sus patios, mientras otros observan con la esperanza de que los trabajos avancen lo más rápido posible.
“Es una tarea titánica, pero estamos comprometidos a rehabilitar este lugar”, concluyó la analista, con la determinación de que la colaboración entre el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz y la comunidad será clave para superar esta crisis.
El camino hacia la recuperación será largo y arduo, pero Bajo Llojeta no se rendirá. Las máquinas continúan trabajando, y con cada movimiento de tierra, la esperanza de volver a la normalidad se hace un poco más tangible. La lucha contra el lodo ha comenzado, y con ella, la reconstrucción de un barrio que se niega a ser vencido por la naturaleza.
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