Hugo Pozo: un legado de pasión y compromiso en el arte boliviano

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Hugo Pozo en una de sus presentaciones. Foto: Facebook Hugo Pozo.

La noticia de su deceso fue dada a conocer por su hijo, Guery Pozo, a través de las redes sociales.


AMUN 04/11/24
El arte boliviano se viste de luto tras el sensible fallecimiento este lunes del gran Hugo Pozo, un titán del teatro y cine nacional, quien dejó una huella indeleble de más de 50 años de dedicación.
Fue un ferviente defensor de la cultura, un maestro apasionado y un actor de personajes que resonaron profundamente el corazón del público. Así era considerado Hugo Pozo Arias.


Nació en 1949 e inició su carrera en el teatro a los 23 años, desde ese momento nunca miró atrás. Con una formación sólida de siete años en el teatro, Pozo no solo brilló en el escenario, sino que también fundó su propia compañía en 1992, donde impartió su conocimiento y pasión a las nuevas generaciones.


Participó en más de 200 producciones y 35 películas. Su trabajo no solo se limitó al ámbito nacional, sino que lo llevó a escenarios internacionales, donde representó a Bolivia con orgullo y creatividad. “El teatro es mi vida, el cine es mi pasión”, solía decir, revelando el profundo vínculo que sentía con cada una de sus disciplinas.


A lo largo de su carrera, estuvo en filmes emblemáticos como Chuquiago, Mi Socio y American Visa, además de obras teatrales como Zambo Salvito, la Sanguchera de la Esquina, Maridos Exprimidos y El Cumpleaños del Warjata.


Su personaje más querido, el Warjata, que se convirtió en un fenómeno cultural, reflejando al hombre paceño con sus virtudes y defectos. En su primera presentación, logró reunir a miles de espectadores. Pozo se enorgullecía de que el Warjata no solo era amado en Bolivia, sino también en países como Brasil y Chile, trascendiendo su arte hasta las fronteras.


Además, era un mentor que se preocupaba profundamente por sus alumnos a quienes enseñaba que la disciplina, la puntualidad y la entrega eran claves para alcanzar sus sueños. «Soy como un papá para ellos», decía con orgullo, resaltando la cercanía que establecía con sus estudiantes, quienes lo veían no solo como un maestro, sino como un apoyo incondicional en sus vidas.


En cada actuación, Pozo ofrecía más que entretenimiento, un espejo de la realidad boliviana, un espacio de arte donde se reflejaba las vivencias y las luchas de la gente. Con su inconfundible estilo, abordó temas universales con un toque local, convirtiéndose en un portavoz de las emociones y anhelos del pueblo boliviano.
A pesar de los desafíos que enfrentó, como la falta de apoyo institucional para las artes, nunca se desanimó. “Soy un quijote del arte”, afirmaba.


Detrás de las luces y el telón, Hugo Pozo era un hombre de familia, casado y padre de tres hijos, encontraba en ellos la motivación para seguir trabajando y creando. “Mi familia siempre me apoyó en las buenas y en las malas”, decía, reflejando un amor profundo y genuino por quienes lo rodeaban.
“Si quieres ser un buen artista, se necesita mucha disciplina, puntualidad y entrega al trabajo”, era uno de sus consejos más valiosos que mencionaba.

Hugo Pozo falleció este lunes a la edad de 75 años, con su partida el país pierde a un maestro, pero su voz y su risa seguirán resonando en los escenarios y en las memorias de todos los bolivianos.
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