A través de historias sobre almuerzos familiares repletos de risas y camaradería, Arias pinta un retrato de su niñez en un hogar numeroso, donde cada comida era un repaso a la buena vida del campo.
AMUN /30-10-24
Desde su infancia en Vallegrande hasta convertirse en un comunicador y sociólogo en La Paz, Hernán Iván Arias lleva consigo una historia de raíces profundas y emociones encontradas. Nacido en medio de dificultades —su padre lo abandonó al mes de nacido—, su vida dio un giro significativo cuando su madre lo llevó a vivir con su abuela en el campo, donde comenzó a moldear su identidad.
«Mi abuela fue una figura dominante en mi vida», afirma el Alcalde con nostalgia. «Ella, junto a mi abuelo, me enseñaron a vivir intensamente la vida del campo. Desde pequeño, me enseñaron a montar a caballo y a trabajar la tierra. Iba a sacar los huevos del granero y a arriar ovejas desde que empecé a caminar», cuenta con una sonrisa que evoca recuerdos imborrables de risas y juegos en las extensas tierras de su niñez.
A través de historias sobre almuerzos familiares repletos de risas y camaradería, Arias pinta un retrato de su niñez en un hogar numeroso, donde cada comida era un repaso a la buena vida del campo. «Comíamos choclo, papa con queso, mucha leche y los buenos productos del campo. Esas memorias son valiosas, especialmente las que pasan con mis abuelos», recuerda.
Sin embargo, su vida dio un nuevo rumbo cuando su madre, quien había vivido en soledad junto a él, lo trajo a La Paz para que pudiera estudiar. A pesar de las dificultades y la dureza de su madre, la autoridad no guarda rencores.
“Cuando ella me trajo acá yo estudié mi primaria, todavía toda mi primaria, yo llevaba Hernán Padilla, Hernán Iván Padilla Durán. Y entonces ya en secundaria, cuando mi mamá me dijo, hijito las libretas de ahora ya sirven para el bachillerato. O sea, me contó la historia, me contó que mi papá me había abandonado”, relata.
“Recuerdo que tenía dos hermanos, yo no entendía por qué ellos llevaban otro apellido. Eran mis hermanos. Y mi madre era llena de amor, o sea, una mujer dura, durísima, pero llena de amor. Me daba unos chirlazos, unas palizas, que en aquel tiempo no había defensoría del pueblo”, relata al destacar que aunque lo disciplinaba, lloraba y se disculpaba con él.
“Me enseñó lo que significa ser una buena persona: ser amable, perdonar, y sobre todo, trabajar duro», explica, el hombre que, desde muy joven, aprendió a valerse por sí mismo, asumiendo trabajos variados durante sus vacaciones, desde heladero hasta vendedor de periódicos.
El camino de Iván Arias hacia la educación superior estuvo marcado por sacrificios y dedicación. «Estudié en La Paz y Cochabamba, y logré convertirme en comunicador y sociólogo. Desde chico, tenía influencias políticas fuertes, pues mi papá (Manuel Arias) era muy metido en la política, era dirigente, trabajaba en la fábrica de calzados García», dice al revelar que hasta sus 10 años llevó el apellido de su padre biológico, Padilla. “Mi padre me abandonó, así que nunca sentí amor o rencor hacia él», confiesa.
Fue solo hace poco que, tras un curso de constelaciones, la autoridad se sintió impulsado a buscar a su padre biológico, no por rencor, sino por reconocimiento. Su búsqueda lo llevó a las lágrimas, enfrentando una realidad en la que sus apellidos se cruzaban en su historia. «Me dijeron que llevaba el peso de un amor que no tenía. ¿Cómo podía ser esto? Esa carga emocional era parte de mí», reflexiona.
Con sus vivencias en el campo y una madre extremadamente amorosa, el ahora Alcalde de La Paz forjó su identidad: «Llevo lo mejor de cada experiencia, la fuerza de mi madre, el aprendizaje de mis abuelos, y la dedicación que me han inculcado». Ahora, en cada paso que da, busca ser no solo un buen comunicador, sino una buena persona en la vida y en la comunidad.
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