Deslizamiento Kantutani: Ayuda y solidaridad

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Deslizamiento Kantutani: historias de solidaridad.

La Paz/Las Cosas Claras.- Fueron años de esfuerzo para recuperar lo que tenía, la experiencia del deslizamiento en Cotahuma, de abril de 1996, hizo que la solidaridad sea una premisa para Daría Aruquipa quien no pudo estar indiferente con los damnificados por el deslizamiento Kantutani.

Ella es propietaria de una empresa de mochilas, alistó un lote de morrales para distribuirlos a los niños que viven en los campamentos. “Quiero ayudar personalmente a todos los que están pasando por esta situación, sé que es un momento difícil, pero también sé que ellos podrán salir adelante y mejorar su vida como la tenían antes”, afirmó la entrevistada.

La colaboración no solo fue de la misma urbe, la señora Marcelina Fernández llegó desde Huarina con comida. Sus platos de pescado con chuño, arroz, papa, queso y choclo, los regaló a los damnificados en la cancha Fígaro. Con mucho entusiasmo contó que junto con su esposo preparó los alimentos, su hija la ayudaba a servir. Al final ya no quedaba pescado pero decidió terminar con el resto de la comida.

En 23 años, al menos seis deslizamientos se produjeron y es que el 70% del espacio geográfico paceño presenta algún tipo de riesgo en suelos.

El 27 de abril se produjo un primer movimiento de tierra debido a la filtración de agua por un sistema sanitario clandestino, además que había sobrecarga de peso.

Al día siguiente, el Alcalde Luis Revilla alertó a los vecinos del riesgo porque se construyó en una zona de alto riesgo, ese día la plataforma de la avenida Libertad presentó grietas. Luego, el 30 de abril, una fuerte lluvia filtró agua y se produjo el deslizamiento.

Las necesidades se multiplicaron, sin embargo ya en redes sociales se veía cómo grupos ciudadanos se organizaban para donativos y las reparticiones ediles movilizaron de inmediato a su personal para dar asistencia en el lugar.

Esfuerzo, trabajo y organización fueron las acciones recurrentes desde esa noche. Las tareas se multiplicaban, mientras que Revilla logró conformar una comisión con instituciones del Estado para dar ayuda humanitaria y resguardo.

Los afectados se organizaron en los campamentos Inmaculada Concepción, de la cancha Fígaro; Kantutani del puente Libertad, en Emaverde y en el campamento 14 de Septiembre.

Comida, ropa, agua, insumos para higiene, comenzaron a llegar a los lugares de resguardo, la Municipalidad impulsó decenas de campañas con una lista de requerimientos, Emaverde fue el punto central de acopio, como también la Biblioteca Central.

El pánico y lamento se tradujo en perseverancia y fortaleza, “somos voluntarios, hemos traído algunos víveres y ropa”, comentó una señora que cocinaba un plato de ají de fideo, junto a su hija.

En los cuatro campamentos se instalaron carpas. En pocos días se dotó de agua, servicios básicos, higiénicos y hasta luces.

“He visto cómo sufre la gente en este tipo de deslizamientos, es difícil superar pero estamos para ayudarnos, igual a mí me han ayudado cuando pasé por esto en Callapa”, recuerda la señora Inés, quien llegó con ropa y papel higiénico al campamento de Emaverde.

En estos días, el Alcalde Luis Revilla tomó iniciativa para gestionar ayuda y viviendas, cada jornada y en cuestión de horas regresaba a los campamentos para informar y consensuar soluciones con los vecinos.

En ese marco, desde el 6 de mayo, algunas familias abandonaron los campamentos para trasladarse a los departamentos que fueron ofrecidos por el Gobierno nacional en Mecapaca y El Alto. De manera prioritaria, Revilla gestionó la dotación de viviendas sociales. Con todo, la emergencia fue controlada, ahora las soluciones que se perfilan son definitivas y se proyectan a largo plazo. Las zonas de San Jorge Kantutani e Inmaculada Concepción, donde estaba el antiguo botadero municipal, se podrían transformar en un parque.

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