Vocablos aymaras se adaptan a la pronunciación castellana: “p’ajla”, “k’ala”, “k’isa”

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Un peatón toma tiempo para hacer lustrar sus calzados en El Prado.

AMN/08-07-21

“¿Estoy p’ajla (calvo)?”, preguntó Juan a su amigo Daniel, a lo que él contestó: “Sí y además eres un mok’o (individuo pequeño)”. “Yaaah”, respondieron ambos en coro, esos y otros vocablos aymaras se adaptan a la pronunciación castellana como parte de la jerga paceña. 

El docente de la carrera de Lingüística e Idiomas de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Juan Marcelo Columba, explicó que el académico boliviano José Mendoza, quien en su caracterización léxica del castellano de Bolivia, señala que la variedad andina de La Paz se singulariza por la presencia de una mayoría de vocablos de origen aymara que “han venido adaptándose a la fonología castellana”, tal el caso de: “lluch’u” (gorro), “k’isa” (orejones y viejo), “wallaqe” (sopa de pescado), “charque” (carne seca), “ch’iji” (césped) o “k’ala” (desnudo).

La maestra universitaria de Lingüística Castellana de la misma Casa Superior de Estudios, Mirta Martínez, considera que la jerga paceña se caracteriza porque está influida por el aimara y algunos vocablos quechuas. “La jerga o argot es una variedad lingüística que nace en un contexto social popular”, afirmó. 

“La variedad lingüística puede asumir distintas modalidades como la variación geográfica, es decir, los dialectos que son usos lingüísticos que se emplean en un determinado territorio o la variación sociocultural”, señaló Columba.

El docente y también editor mencionó a los académicos bolivianos Carlos Coello y Mendoza, quienes señalan que el castellano hablado en la región andina de Bolivia presenta, a nivel fónico, singularidades en la pronunciación de consonantes como la “ll”, la “r” y la “s” que lo diferencian del oriente o sur en el país. Y, como en otros dialectos, también existen particularidades en la sintaxis y el vocabulario que distinguen al castellano paceño.

Martínez dijo que esa “variedad popular” se expandió a otros sectores sociales, por ello es habitual escuchar a abogados, médicos u otros profesionales usar algunas de esas expresiones. “Trabajaremos con ñeq’e”, que significa “con fuerza” (también barro), es otra palabra empleada con frecuencia en los diálogos de los ciudadanos de La Paz.

Mencionó que al ser divergente la jerga paceña, es usual que se las utilicen, especialmente, en un contexto distendido de amigos: “No sé qué le pasa a mi hermano, se está rayando waso” o “tengo que ir picando a la casa de mi ñata”. Lo que se quiere decir con esas expresiones es: “No sé qué le pasa a mi hermano, se está comportando como un malcriado, “tengo que ir corriendo a la casa de mi novia”.

Para Columba, esa expresión es parte de la cultura. “Si se considera la lengua como una expresión mayor de la cultura, los dialectos, que constituyen sus variopintas manifestaciones, dan vida y materializan la cultura oral que caracteriza una región o un país”, destacó.

En su criterio, los sectores populares expresarían más el castellano regional. Y otras variedades socioculturales, vinculadas a un elevado nivel de instrucción, buscan aproximarse a un habla culta con escasa variabilidad regional.   

¿Cuál es el origen?

Para la lingüista, el argot en la región occidental nace entre los siglos XVI y XVII, cuando llegan los conquistadores y traen el castellano a tierras americanas y entra en contacto con las lenguas originarias y se empieza a pronunciar de forma diferente la palabra. De ahí que surgen los indios ladinos, que eran bilingües porque tuvieron que aprender el castellano y ser los traductores de la época colonial.

Columba coincide con su colega y añadió que ya obras posteriores como el “Vocabulario criollo-español sudamericano” de Ciro Bayo registra varios giros y expresiones idiomáticas de la región. “Se trata de un dialecto en constante evolución que a través de los siglos ha venido adquiriendo un carácter particularísimo que, sin duda, seguirá cambiando en los años venideros”, remarcó.

Martínez dijo que, actualmente, la jerga paceña también se caracteriza por el uso de apócopes, que es la supresión de uno o más sonidos: “Tengo kivo para unas tucus”, que significaría, “tengo dinero para comprar unas tucumanas”; o “buenas” en reemplazo de “buenas tardes”.

“Es una forma de hablar más sencilla, se hace una economía lingüística”, afirmó la experta y afirmó que no es incorrecto. Otra particularidad que mencionó es el adverbio “nadie” que no tiene posibilidad de pluralizarse, pero hace 20 años se origina con los voceadores del centro paceño el vocablo, “nadies”.

Los ayudantes que cobraban y anunciaban las rutas de los minibuses, decían “nadies” como confirmación que ningún pasajero se quedará en la esquina. “Ese vocablo se usa ahora de forma de broma en todos los niveles sociales”, sostuvo la docente.

Al igual que la palabra “estido”, que desde el punto de vista semántico puede tener varias significados: “Mi celular no enciende, se ha estido (arruinó)”, “mi esposo no me habla, se ha estido (enojó)”, “no entiendo este libro, me estido (confundí)”.

En esa línea, Columba sostuvo que “pintorescas y expresivas” reproducciones del habla popular de La Paz se pueden hallar en la literatura regional, como en un diálogo de la prestigiosa novela Periférica Blvd. de Adolfo Cárdenas:

Es pss mi hermano, por eso me preocupo porque yo pss soy como su madre, yo loy criado con el sudor de mi frente.

Yaaahhh… mirala aista, con el sudor de tu papaya, quedrás decir.

Ya, ya, no se peleen pss che… Estamos aquí pa celebrar, vieja, mejor callate o sinós.

O sinós qué, ¿aura en público me vas a maltratar? ¿Me vas a pegar, agredir, acosar y chacuntar (golpear)? Abusivo este, mirá allá, con la policía teuacer cargar. Cómo pss del lado desta te vas a poner.

Por qué no pss, pa eso es mi compadre, mejor vente, compadre, una chela nos tomaremos, no le hagas caso.

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