¡Sin límites! Jorge no frenó su lucha y desafío a las  adversidades

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Jorge posa junto a su mascota en el patio de su casa. Foto: AMUN

Tiene 45 años, cría a su sobrina como su hija y vende papel higiénico para salir adelante

AMUN/11-2-25

Aunque para mucha gente es una peripecia bajar las gradas empinadas e improvisadas de madera de la vivienda de Jorge Chipana, quien sufre de discapacidad física porque no tiene piernas, para él es de lo más sencillo, descenderlas. “Me apoyo con las manos”, dijo el hombre, quien sonriente desafía a las adversidades que cada día se le presentan.

Jorge tiene 45 años y una historia que muchos no imaginan. Él vive en la zona de Pampahasi, en una casa a medias aguas, donde cada día debe bajar al menos 10 gradas de madera y otras cinco de cemento y cruzar el pequeño espacio de tierra y piedra para llegar a su habitación y poder descansar. Su vivienda es de adobe y aunque no tiene una puerta de calle, asegura que sus tres perros son los guardianes de su hogar.

Vive junto a su sobrina, a quien la considera su hija, porque la crió desde pequeña; su hermana y su esposo se turnan para hacer los quéhaceres de su hogar. Él sale a vender papel higiénico o dulces a las calles de La Paz. “No me rindo, debo trabajar”, relató entusiasmado.

Jorge, más conocido como Yayo, nació en Capolicano, una pequeña población de La Paz, pero su mamá se mudó a la urbe paceña cuando él tenía tan solo dos años. Desde entonces, ha vivido en ese barrio lleno de obstáculos, que, en su caso, no solo son sociales sino también económicos.

«El reto más grande de una persona con discapacidad es decir: ‘Yo puedo’», dijo enérgicamente mientras su cuerpo se apoya sobre una patineta vieja y de madera. Le ayuda a trasladarse en su hogar  y se apresta a conversar con la Agencia Municipal de Noticias (AMUN) mientras acaricia a su pequeña mascota que se sentó en su regazo.

Él contó que su discapacidad física se atribuye a las agresiones que su madre sufrió en su embarazo. Aseguró que la violencia de su padre afectó su desarrollo dentro del vientre, causando daños irreparables en su columna, lo que le dejó con la discapacidad de por vida.

Discriminación

«Soy la única persona con discapacidad en mi familia», afirmó en un tono que mezcló resignación y fortaleza. Tiene siete hermanos, tres mayores y tres menores, todos saludables.

Sin embargo, la discapacidad con la que vive lo ha llevado a enfrentar la discriminación desde muy niño, en la escuela, en el barrio e incluso, la familia. Por eso recordó, que demoró en armarse de valor e ir a estudiar. “Veía a mis amiguitos que iban a la escuela y yo no iba, cuando fui, el director me dijo: ‘Si entras aquí vas a provocar trauma en otros estudiantes’, me sentí mal, pero lo entiendo porque era mayor de edad”, dijo con mucho dolor.

Superación

Ese rechazo no lo detuvo. Insistió y, a pesar de los inconvenientes, logró finalizar sus estudios en un centro de educación alternativa en 2013.

Con ese logro, su deseo de superarse fue mayor, por lo que intentó estudiar en la universidad, pero los obstáculos económicos y las dificultades de acceso lo alejaron de ese sueño.

Luego, se dedicó a ofrecer llamadas telefónicas en El Prado paceño y después a la venta de papel higiénico en la ciudad de El Alto y eso le permitió ganarse la vida de forma honesta. “A mí me gusta esforzarme y ganarme el pan de cada día”, expresó.

Por eso afirmó que mucha gente le dice: «Eres muy valiente porque no pides ayuda, ofreces un producto». Con orgullo aseguró que él no extiende la mano para que le ayuden, “prefiere vender algo, hacer un intercambio justo”.

Aunque muchos lo valoran, relató que algunos miembros de su familia lo tratan con desprecio y hasta le desean lo peor. «Dice que me muera de una vez, para que vendan esta casita donde vivo», afirmó.

No entiende por qué su hermana quiere disputar su vivienda ya que  no es una herencia de su progenitora, sino la donación de una mujer, por su discapacidad. “Mi mamá era la tutora, pero como falleció yo estoy haciéndome cargo. El trámite es dinero y no tengo”, aseveró tras asegurar que ése será un pedido para el alcalde Iván Arias.

Él sabe que los trámites para poner en orden sus papeles tienen un costo, por eso aseguró que quiere trabajar aunque sabe que por su discapacidad necesita un lugar accesible. “He pedido ayuda a una empresa estatal y me prometieron un trabajo, pero al final no me lo dieron”, lamentó mientras acaricia a su mascota.

En su hogar, comparte la vida y lo poco que tiene con sus tres perros y sus cuatro gatos. Su vida no está exenta de dificultades, pero no se deja y sigue adelante.

«Lo que más quiero es que las personas se sensibilicen, que entiendan que la discapacidad no es un obstáculo para ser valiosa», enfatizó Jorge.

Inspiración

«Soy una persona con discapacidad, pero no soy menos que nadie», dijo. Su lucha convirtió la adversidad en su motor para avanzar y para ver que el respeto y la dignidad no pueden ser olvidadas.

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